Labyrinthe privé, merveille du monde.

jueves, 28 de octubre de 2010

Y a menudo nos olvidábamos de ser felices.

Estaba caminando de la escuela a mi casa, cuando, en una plaza, ví un señor de traje, sentado en una hamaca.
Lo miré con curiosidad.
Parecía realmente disfrutar el juego, sin dar reparo a las miradas de la gente.
Me acerqué, y lo seguí mirando, mientras se disponía a bajarse y a agarrar su maletín.
Le pregunté con curiosidad:
- Por qué se subió a la hamaca?
- Me divierten las hamacas.- Me contestó.
- No le da miedo que la gente lo mire mal, o que lo crean un ridículo?
- Ridículo ? Ridículos deberían sentirse ellos, es un día tan lindo, y las hamacas son tan divertidas, cómo no iba a querer subirme?
-...
Me mantuve callada. No tenía qué contestarle.
Tenía razón.
Y al diablo lo que piensen los demás de tu propia manera de ser felíz.

El hombre se alejó caminando, como si nada, con una sonrisa de niño en el rostro.



[ Quizá escriba sobre esto demasiado seguido, y es que yo amo tanto a mi niña interior... ]

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