Dedico esta apología, a los colectivos.
Por que sí, yo me los banco todos los días.
Yo, y 45849549306904 personas más.
(exageré un poco, sí, pero me gusta escribir números desenfrenadamente maltratando al teclado)
Y bueno, el colectivo.
El que más visito es el 134. (colectivo del Demonio mismo)
Me hace la vida imposible a veces.
Y sí, vos tratá de viajar todos los días desde la plaza Flores, y fijáte si salís sin el latente dolor de ovarios ( o huevos ) que yo gano cada vez que lo tomo.
Porque siempre viene cada media hora.
Porque espero en la plaza de mierda esa media hora, con toda la gente con cara de bodrio atrás y adelante mío.
Porque siempre están las infaltables señoras mayores ( o no tan mayores ) que molestan, que te hablan porque se aburren, que se colan en la fila como si no estuvieras ahí mirándolas con cara de orto supremo al cuadrado, que harán lo imposible, te tacklearían, te arrancarían un brazo con tal de sentarse en el lugar al que vos te dirijís.
Porque nunca faltan tampoco, los nenes chillones que gritan, y las madres también chillonas que les responden a sus pobres criaturas cosas como ' pero vos sos tarado ?' (horror.)
Y tampoco falta ese colectivo que viene hasta las RE PELOTAS, y que vos no sabés dónde mierda meterte porque o te apoyan, o te encajan un chivo peludo y sudoroso en la cara, o una señora gorda te atropella con sus 900 kilos de corpulencia en orden de llegar a la condenada puerta, o simplemente te morís de falta de oxígeno y calambres al tratar de agarrarte de ALGO.
( porque si medís un metro y cincuenta y no sé qué, medio que no llegás a nada)
Y obvio, siempre está el colectivo que se le traba la máquina esa del infierno, y o te traga todas las moneditas, o no te entrega el boleto. Y andá a tener suerte de que el colectivero se quiera dignar a pararse y cagarla a patadas ( hecho verdadero ), porque sino, te toca el desinteresado que te dice probá de vuelta.
Y también está el condenado cromagnón que no entiende que un puto par de auriculares sale qué? diez, quince mangos? y anda con su encantador y selectivo surtido de canciones para tu deleite musical, aturdiéndote todo el viaje.
O los enfermos que no quieren largar el asiento cuando viene una mujer de nueve meses que te pare el hijo ahí en el colectivo, y tenés que andar sacudiéndolos, arrastrándolos de la pierna, para que le dejen el asiento a la pobre señora, o a la viejita de 90 pirulos que no puede ni pararse.
Todo eso, y mucho más, se banca Julié, y esas 45849549306904 personas más en un día, en una semana, y todos los meses, en orden de transportarse a destino.
Por eso, yo te aconsejo, compráte una bici.

[ O hacé la gran Mary Poppins, pelá paraguas, y volá hasta casa.]
Por que sí, yo me los banco todos los días.
Yo, y 45849549306904 personas más.
(exageré un poco, sí, pero me gusta escribir números desenfrenadamente maltratando al teclado)
Y bueno, el colectivo.
El que más visito es el 134. (colectivo del Demonio mismo)
Me hace la vida imposible a veces.
Y sí, vos tratá de viajar todos los días desde la plaza Flores, y fijáte si salís sin el latente dolor de ovarios ( o huevos ) que yo gano cada vez que lo tomo.
Porque siempre viene cada media hora.
Porque espero en la plaza de mierda esa media hora, con toda la gente con cara de bodrio atrás y adelante mío.
Porque siempre están las infaltables señoras mayores ( o no tan mayores ) que molestan, que te hablan porque se aburren, que se colan en la fila como si no estuvieras ahí mirándolas con cara de orto supremo al cuadrado, que harán lo imposible, te tacklearían, te arrancarían un brazo con tal de sentarse en el lugar al que vos te dirijís.
Porque nunca faltan tampoco, los nenes chillones que gritan, y las madres también chillonas que les responden a sus pobres criaturas cosas como ' pero vos sos tarado ?' (horror.)
Y tampoco falta ese colectivo que viene hasta las RE PELOTAS, y que vos no sabés dónde mierda meterte porque o te apoyan, o te encajan un chivo peludo y sudoroso en la cara, o una señora gorda te atropella con sus 900 kilos de corpulencia en orden de llegar a la condenada puerta, o simplemente te morís de falta de oxígeno y calambres al tratar de agarrarte de ALGO.
( porque si medís un metro y cincuenta y no sé qué, medio que no llegás a nada)
Y obvio, siempre está el colectivo que se le traba la máquina esa del infierno, y o te traga todas las moneditas, o no te entrega el boleto. Y andá a tener suerte de que el colectivero se quiera dignar a pararse y cagarla a patadas ( hecho verdadero ), porque sino, te toca el desinteresado que te dice probá de vuelta.
Y también está el condenado cromagnón que no entiende que un puto par de auriculares sale qué? diez, quince mangos? y anda con su encantador y selectivo surtido de canciones para tu deleite musical, aturdiéndote todo el viaje.
O los enfermos que no quieren largar el asiento cuando viene una mujer de nueve meses que te pare el hijo ahí en el colectivo, y tenés que andar sacudiéndolos, arrastrándolos de la pierna, para que le dejen el asiento a la pobre señora, o a la viejita de 90 pirulos que no puede ni pararse.
Todo eso, y mucho más, se banca Julié, y esas 45849549306904 personas más en un día, en una semana, y todos los meses, en orden de transportarse a destino.
Por eso, yo te aconsejo, compráte una bici.

[ O hacé la gran Mary Poppins, pelá paraguas, y volá hasta casa.]
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