Apoyé mi cabeza en tu hombro, tenía tu pelo en mi cara, tu brazo sobre mi rodilla.
Mirábamos y observábamos un punto fijo, y yo lentamente cerré los ojos.
Olía tu perfume, y sentía tus respiros, tus inhalaciones y exhalaciones.
Me acariciabas el pelo, suavemente, me puse a pensar en todo el cariño
y suavidad que le ponías a las caricias.
Y por un segundo, mi corazón latió más fuerte.
Me acordé, súbitamente, de por qué te quise, te quería, y te quiero tanto, en ese momento.

[ Nuestro amor es como flores de hojalata, que se oxidan cuando las querés regar.
Que nos hace encapricharnos como chicos, que lloran porque extrañan a mamá. ]
No hay comentarios:
Publicar un comentario