Labyrinthe privé, merveille du monde.

viernes, 18 de marzo de 2011

The littlest things.

Hasta las cosas más pequeñas me pueden hacer felíz.
Cosas que, parecen tontas, pero después de los días de mierda que anduve teniendo, me alegran muchísimo.
Entrar a mi cocina ayer, con muchas ganas de un té, y después de haber pasado todo el día sola en mi casa, sintiéndome triste, y llorando, y encontrarme con una pava nueva, re bonita, roja, lustradita, hermosa. La estrené con un té.
Hoy, estar en el colectivo, con sueño, dolor corporal, cansancio, mal humor, habiendo tenido un día más malo que bueno, y que se suba un hombre, joven, y toque el acordeón. Me hizo muy felíz viajar escuchándolo, mirarlo a él y sonreírle, haciéndole saber que realmente yo estaba disfrutando su música, y que me devolviera la mirada. Dijo cosas muy simpáticas, tales como que ojalá fuéramos felices, pero que no andemos comiendo perdices, porque cuando las perdices están felices, no andan comiendo humanos. Cuando me bajé del colectivo, sonriendo, estaba ahí parado. Le dediqué una última sonrisa de agradecimiento (no me animé a hablarle, y agradecerle por alegrarme el viaje, y ahora me arrepiento un poco) y me sonrió, y me dijo 'chau'.
Ojalá que estas alegrías me ayuden a sobrellevar los días horribles que estoy teniendo.
Ojalá que pueda ser felíz y no comer perdices.


[ Sé felíz. Ese es mi lema. Ojalá pueda. ]

No hay comentarios:

Publicar un comentario